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El pensador radical Saul Alinsky está entre nosotros

Despertarse a la mañana y saber que vas a llegar tarde a tu trabajo por un corte. Éste es el paisaje que nos presenta la segunda década del siglo XXI. Al menos para nosotros. No importa que reclamen, no importa lo que obtengan, simplemente sabemos que mañana volverán a estar ahí, con un reclamo o por una causa diferente.


El “piqueterismo”, tan habitual para nosotros, comienza a estar presente con más fuerza en el primer mundo. Puede ser un grupo de estudiantes de Berkeley impidiendo la realización de una conferencia o los movimientos Antifa. Muchos ignoran que esta modalidad de boicot social como modo de irrupción nació de la mano de un organizador social en la década del 30 en la ciudad de Chicago, cuyo legado sigue aun siendo motivo de controversia por su influencia.


Saul Alinsky era hijo de una familia de judíos polacos inmigrantes de Chicago. Dio sus primeros pasos profesionales como criminólogo en esa ciudad, en los tiempos en que era dominada por la corrupción política, las bandas delictivas y los guetos. La rigidez y ortodoxia religiosa de su padre, la depresión de 1930 y la decadencia y conflictividad social de su ciudad, fueron los detonantes para que se concentrara en las organizaciones sociales de comunidades en donde el factor antisocial, la anomia y la rebeldía siempre estuvieron presentes.


Su labor como criminólogo, previa a la labor de organizador social, merece especial atención. En la entrevista realizada en 1972 por Eric Nolden para la revista “Playboy”, relató su infiltración en la banda de Al Capone con el objeto de llevar a cabo una investigación para su tesis doctoral en la que describía la operación interna de la banda. En su trabajo, Alinsky afirmó haber sido protegido de Frank Nitti, número dos de Al Capone dentro de la organización. Relatos de este tipo serán frecuentes a lo largo de su obra, los cuales despertaron la desconfianza del lector escéptico respecto a la veracidad de los hechos que narraba.


Luego de unos años de ejercer como criminólogo, decidió dedicarse a la investigación social y fijó su atención en los guetos negros más conflictivos de Chicago. A partir de su experiencia de campo, comenzó a formar organizadores sociales y redactó en 1946 su primer trabajo, “Reveille for Radicals”. Pero el trabajo que merece especial atención titulado “Rules for Radicals” (“Reglas para Radicales”) lo realizó un año antes de su muerte, en 1971, por pedido de los alumnos de distintos campus universitarios norteamericanos.


En “Reglas para Radicales”, Alinsky sostiene estar desprovisto de cualquier tipo de dogma o ideología. Sin embargo, también pide a los destinatarios de sus reglas que recuerden “que hablamos sobre revolución y no revelación”. Es difícil no catalogar sus ideas como radicales marxistas y antisistemas. De acuerdo a su visión, el silencio y la comodidad de las clases medias generan un status quo que actúa como consentimiento hacia un sistema opresor. El principal objetivo del organizador social será entonces, penetrar en grupos de base de alta conflictividad social y generar desencanto hacia los valores actuales del sistema, buscando, al menos, producir un ambiente neutral. De este modo, quienes no quieran generar un cambio, al menos no actuarán en contra de quienes quieran, mediante la agitación, llevarlo a cabo.


El rol y las capacidades personales y las tácticas puestas en juego por el organizador social, explica el mismo autor, son fundamentales para obtener éxito. El trabajo de Alinsky demuestra gran capacidad de interpretación y aproximación a grupos, sus reglas han sido utilizadas por distintos grupos políticos, no solo de izquierda.


La obra continúa explicando que el activista debe insertarse en la comunidad y ganarse su confianza. En ese marco, debe mantener como marco de referencia la realidad de la comunidad, ser adaptable a los cambios, y aprovechar todo conflicto latente y manifiesto adentro del grupo para llevar a cabo acciones de agite social. En el texto no de plantean dudas a la hora de enseñar como manipular e infiltrar un grupo de base comunitario para armar una base de poder social. Esto no parece ofrecer un cuestionamiento de tipo moral.

La extravagancia de Alinsky a la hora de mostrar su creatividad para llevar a cabo actividades de boicot han sido variadas:


…por ejemplo, amenazar con obstruir durante un día entero los baños del aeropuerto de Chicago. La sola amenaza provocaba un efecto disruptivo, sin que fuera del todo necesario llevar a cabo la acción. Una mirada especial merece su sentido ético. La moral consiste sólo en hacer lo que hace bien a la mayoría. En la medida que los objetivos sean más importantes, y los medios escasos, la moral tendrá poca importancia”.

El objetivo final de “Reglas para radicales” es perpetuar esta modalidad de actuación social como forma de construcción de poder político. Las necesidades satisfechas mediante la presión sólo serán pasajeras, encontrando siempre una nueva razón o conflicto para mantener la modalidad de boicot. La disrupción como modo de tomar el centro de la escena social. Esto es la revolución para Alinsky.


Observando lo que sucede en estos días en Argentina, podemos ver la vigencia de su legado: Esta es la construcción del concepto de antisistema.


Las sociedades, entonces, deben hacerse varias preguntas:

- La primera es: ¿Dónde quedan los derechos de aquellos que, por alguna razón, ven permanentemente boicoteadas sus actividades habituales por parte de estos grupos?

- La segunda es: ¿El abuso indiscriminado de estas modalidades no conduce a un estado policíaco como modo de control social?

- Y la tercera apunta a comprender si: ¿Estamos realmente ante un empoderamiento de grupos de bases luchando por sus derechos, o simplemente frente a grupos anarquistas?


Los interrogantes quedan planteados.


Las respuestas, todavía nos resultan inciertas.




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