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Propiedad privada y progres: La segunda enmienda que nos falto.






Andando durante años por el frondoso Gran Buenos Aires, siempre me pregunté porque en los centros comerciales de los barrios había una concentración de negocios de manteros menor a la CABA. Hay muchas menos referencias periodísticas y empíricas de toma de propiedades, de espacios públicos y casi ausencia de trapitos en las calles salvo los días de espectáculos determinados.


La consecución de hechos para que esto ocurra de esta manera es primitiva. y de alguna forma refleja una característica que los porteños despreciamos del habitante que está más allá de la Gral Paz: es nada más y nada menos que no le gusta que le toquen el trasero. Está en su ADN; los comerciantes y propietarios locales de los barrios son descendientes de europeos audaces que bajaron de un barco y fueron a vivir a Lomas de Zamora sin saber decir hola.


Pueden haber votado a Cristina porque vendían 10 camisetas más por día, pero básicamente se cagan en Hebe y su defensa de los hermanos latinoamericanos. Y Hebe tampoco se anima a ir a gritar a la peatonal de Merlo para defender a nadie mientras puede ir a gritar a Plaza de Mayo, tomarse la línea A del subte y en menos tiempo del que Larreta tarda en romper una vereda, llegar a las oficinas de su fundación que pagamos entre todos; inclusive los comerciantes de Virreyes que pagan el 1,2 % por ciento de impuesto al cheque.





Mientras ocurre todo esto en la Argentina real, los hípsters bienpensantes o los simplemente hippies sucios de la CABA que trabajan en algún puesto que está relacionado con algún zanganismo (neologismo antiguo, todo una entelequia) que son la amalgama de la que sale la progresía, se alteran porque desde algún lugar la gente se hinchó las pelotas de la mafia de los manteros, trapitos, tomas casas y demás marginales, que destruye los barrios llevándose puesta su estética y su propia esencia.


Son los mismos progres que en general no se compran un calzoncillo más allá de Avenida Rivadavia.


Hecho este paneo de ubicación temporal a que viene lo de la segunda enmienda? A que en el asunto de la apropiación del espacio público se destruye parte de nuestro caudal histórico de progreso y movilidad social.




EL ESPACIO PÚBLICO ES PúBLICO.

Por eso hay que destruirlos, por las buenas o a los tiros.


La mafia mantera es una afrenta al comercio, a las leyes, al orden y a la estética, los trapitos son barras bravas peones del negocio narco y los que toman casas alfiles de la mafia inmobiliaria.


El comerciante minorista al que el mantero destruye es el que tiene a su sobrino de vendedor, a su cuñado de contador y la culona de barrio de encargada. Ese señor toma café con los comerciantes de la cuadra, invierte en propiedades en el barrio, manda al hijo a jugar fútbol sala a la sociedad de fomento y si la mujer no labura con él es porque a pesar de no necesitarlo sigue siendo maestra del colegio público.


Por todo esto anterior, la defensa del mantero es un lujo que se da el progre urbano que en los 90 era más digno porque al menos era zurdo de pura cepa y que ahora con el muro de Berlín en History Channel y con sus líderes defendiendo el consumo como sinónimo de igualdad quedó desnudo. Pero sobre todo quedó asustado.


Y hace bien en asustarse, porque entre el jefe de esas mafias por los que se sensibiliza, los musulmanes que tienen su cultura, los travas que quieren cortársela con la plata de ellos a través de una ONG, las feminazis que quieren sacarles guita y pelotudearlos/as y los amigos con camisa celeste de Piter Robledo, serán los primeros a los que los promotores del pelotudismo irán a buscar.

* * *


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Queremos ser hombres libres. 

Actualmente, en Occidente, y por lo tanto en Argentina, existe una única verdad, la de los políticos, la de los dueños de todo, la de los medios de comunicación.
Cualquiera que dé otra opinión, es marginado.
El ciudadano no tiene voz. Le imponen impuestos que se gastan como no queremos.
Pretendemos dar una voz a la defensa de Occidente, de nuestra República y a la sensatez.
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Reírnos. Proponer soluciones.

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