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El perro de la postverdad



El Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, más conocido por su nombre aborigen INCAA, es una institución ejemplar y señera de la cultura mundial, fundado por el ex presidente Menem. Si, Menem lo hizo.


Esta maravilla de la cultura audiovisual, se fondea con diversos impuestos a actividades que los argentinos sí disfrutamos a fin de sostener nuestro Hollywood vernáculo pletórico de productos que nadie quiere mirar.


Gracias al INCAA el cine argentino tiene innúmeros logros que lo hacen único e irrepetible:

- Invención del sonido dolby dentrodeunalatadeporotos surround.

- Institucionalización de la nulidad de la dirección de actores.

- Anulación del guión, factor de castración del actor que, como se sabe, debe hacer lo que va sintiendo en el momento mientras lo sigue la cámara.

- Abstracción y separación completa de las edades y aspectos físicos de los actores respecto de la de sus personajes.

- Implementación de la “anti-vocalización” de los actores como elemento stanislavskiano positivo. - Supresión y aniquilamiento de seguidistas, ambientadores de época.

- Cupo para no videntes en el rubro vestuario.

- Fomento a la inauguración de al menos 5 videoclubes por cuadra.

- Subsidio a empresas recuperadas y/o quebradas de videoclubes.

- Planes sociales para ex dueños de videoclubes.

El INCAA, pese a estos y tantos otros logros ha sido objeto de caldeadas polémicas que han abierto nuevas grietas en nuestra sociedad. Luego de varios meses de gestión, el perspicaz Ministro de Cultura, el autodidacta Avellutto comenzó a notar que tal vez la compra millonaria de varios kinetoscopios y rollos de Eastman en el año 2016 podría ser un poco curro.


Sin embargo tardó algunos meses más en notar que si bien el instituto subsidiaba miles de películas por año, en las salas podía verse aún la película de Carlitos Balá y las Trillizas de Oro del año 1978.

-“Dónde carajo está todo lo que produjimos” dijo el sofisticado Avellutto cuando le ofrecieron hacer un avant premier de “La sonrisa de mamá”.


Ahí mismo lo anoticiaron de que las películas que recibían dinero para su producción o no se hacían o no se estrenaban o se estrenaban pero nadie las veía, ni bajo orden de un juez.


El Ministro de Cultura entonces, propuso la aplicación inmediata de medidas creativas para convencer a los argentinos de consumir el cine que sus impuestos financian. El objetivo es luchar contra los insensatos que quieren terminar con el genial instituto nada más que porque a nadie le gusta lo que produce. -Ni un organismo estatal menos, se lo escuchó murmurar.

El inteligentísimo Avellutto reunió entonces a la comunidad audiovisual. Logró enorme éxito de convocatoria poniendo en su oficina sanguchitos y vino blanco. Ahí mismo ha solicitado a los directores de cine argentino que se convenzan de que Sbaraglia es viejo y mugroso y no da galán y que Graciela Borges da persona que acaba de sufrir una conmoción cerebral y no tiene voz sexy. Les ha informado también acerca de la existencia de más actores, además de estos dos, cosa que dejó a su audiencia estupefacta.


Medidas de mayor contundencia se concentrarían en que los títulos respetaran reglas ortográficas y gramaticales y en los pósters de las películas no atemorizaran al eventual espectador.

También ha reconocido que los empresarios periodísticos, teatrales y televisivos seguirán siendo obligados a financiar cine argentino porque hay que ser solidarios con los directores de cine que no hay otra forma de que tengan un empleo digno y se puedan comprar esas chalinas de mierda que se tiene que poner para que los reconozcamos.

Asimismo el INCAA solicita a las más importantes empresas de tecnología mundial, inventen un nuevo sistema de sonido para las salas que incluya un filtro traductor ya que en general no se entiende que corno dicen los actores, que para actuar profesionalmente lo hacen tan bajito que es prácticamente un susurro. Es como traducir un fenómeno poltergueist, han declarado.


El avispado Avellutto salió al cruce de posibles críticas y aclaró: - Ojo que después no se quejen cuando de verdad se entiendan los diálogos originales? ¿Estamos seguros de esto, no?”,

El ministro ha solicitado también a los directores que para el desarrollo fructífero de la industria cultural, cada tanto hagan una película que se entienda algo, y que el final no sea totalmente terrible por angustiante o por aburrido, o incomprensible. - Es mucho pedir una película que se entienda? La decisión del ministro de que se ruede “algo normal”, sorprendió a la comunidad cinematográfica acostumbrada a ponderar propuestas complejas en las que una mesa significa la opresión de la última dictadura y si pasa un perro corriendo significa el fin de la postverdad. El atardecer es leído generalmente como un final cierto y cercano del capitalismo asesino de masas. Cuando los protagonistas se enamoran es de esperarse que suceda una violación o una electrocución y hacia el final no se sabe bien quién era el dueño del auto o si todos se van a hacer putos.


Los directores agremiados le explicaron que no hay que preocuparse tanto ya que en general al final todo era un sueño que refleja lo insoportable de la vida moderna y que bueno sería que todos volviéramos al campo.


También, aludiendo al hecho de que casi la mitad de las películas proyectadas en los cines del INCAA son documentales, ha rogado encarecidamente que dichos documentales no sean una terrible poronga, y ha recibido la siguiente respuesta: “pasa que recibimos el crédito y, al fin y al cabo, da igual que hagas un bodrio porque total no lo ve ni el productor”. Avellutto, casi en las lágrimas, aseguró que luchará hasta el final para defender su modelo de negocio y, de última, planea programar un ciclo de cine documental para sus funcionarios y novia. “Hay que tener huevos y hacer una película entretenida y ya está”, terminó de rodillas Avellutto.


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