No con mi voto
NO CON MI VOTO
Autora: Mildred del Río
Idea vieja como el andar a pie: para lograr determinados fines hay que andarse un rato por encima de los principios. Nada del otro mundo, es un ratito nomas, hasta que pase el temblor. Así mancillamos nuestro pobre y singular voto, que vale sólo uno. La elección de políticas más allá de los valores, nos ha redundado en barbaridades tantas veces que ya podríamos hacernos una remera: ¿Otra vez tu, voto por miedo?
Pero en Argentina coinciden hoy todos los partidos y coaliciones en los mismos valores socialdemócratas. De extrema izquierda a la centroizquierda tenemos mil matices y en épocas electorales mil posibilidades de alianzas. Nuestro pobre y singular votito no logra diferenciar a los candidatos por sus ideas, que son calcadas. Absolutamente cualquier candidato podría saltar de lista en lista compartiendo principios como la preeminencia del Rol del Estado, los subsidios a sectores empresariales protegidos, el “compre argentino”, vivir con lo nuestro, la ruptura “moral” de las reglas, la culpabilidad social por sobre la responsabilidad individual, la bondad intrínseca de los desposeídos, el empleo estatal como seguro de desempleo y tantos otros, son la opinión unánime.
No comparto esas visiones, no puedo apoyarlas con mi voto.
Cada dos años nos llaman las urnas, su melodiosa voz de sirenas nos dice que “sólo por esta vez”, y que “resulta beneficioso para esta coyuntura”, y que “hay que ir por el mal menor” y así persiguiendo miguitas vamos alejando al pobrecito y singular voto, de valores tan válidos que parecen obvios: ¿Qué pasó con la responsabilidad de los individuos ante su sociedad? ¿Cómo era aquello de la igualdad ante la ley? ¿Desde cuándo los derechos y garantías se entregan según grupos de pertenencia? ¿Porque ya no garpa hacer ningún esfuerzo? ¿Cómo es que nuestra sociedad dividida tiene representantes que piensan exactamente lo mismo? ¿Hemos de renegar otra vez del valor de nuestro singular votito?
No esta vez, no con mi voto.
¿Hay permiso para el pensar liberal? El liberalismo sólo irrumpe en su variable económica para denunciar las desproporciones del Estado de Bienestar pero ha renunciado a propagar los valores que lo hicieron protagonista de la evolución de Occidente. ¿Mantendremos para el ámbito privado nuestra opinión, y usaremos la certificada y correcta para el afuera? Esa que garantiza la aceptación.
Que no, no con mi voto.
Y no es inocua la labor pertinaz de la familia encuestadora mediática que manipula preguntas y temas hasta formar una mayoría inapelable que moldea a quien necesita la aceptación del grupo, la pertenencia. Para colmo de males, desde una adolescencia pandémica, la discusión de ideas sólo trae agravios, de ahí hasta el totalitarismo no paramos. ¿Quién fue el que nos modeló lo que se impone decir? ¿Lo que es correcto y lo que es incorrecto? ¿Hay algo más triste que callarnos para no discutir? ¿Algo más absurdo que temer a nuestras ideas y aberrante que no poder decir lo que pensamos? ¿Qué nos impulsa a la autocensura de forma tan vergonzante? ¿Sólo se puede pensar en manada?
No con mi voto.
Así, cualquier idea, cuan tonta, falsa o totalitaria sea, se convierte en dogma de total aceptación que luego es repetida hasta que queda impresa en la piel. Pero para generar dogmas y tabúes hay que amedrentar, señores. Asustar tanto como para que renunciemos a nuestro propio juicio, o a la exposición del mismo, ¡peor! Si lo que pensamos no se percibe como lo bueno, lo que cree la mayoría, mejor callar y no sentirse aislado, un paria. Pues entonces las creencias malvendidas como mayoritarias acabarán siéndolo realmente.
Sea, pero no con mi voto.
Desafiar al pensamiento único, a la ortodoxia tal vez sea un poco duro, pero es un camino honesto si se aportan argumentos profundos, coherentes y racionales. Con un poco de viento a favor, tal vez comience a disiparse el miedo. Caso contrario seguiremos votando clones, y no somos clones.
No voy avalar aquello en lo que no creo. Es tan simple y honrado como respetar a mi simple, singular y único voto.
Podrán hacer lo que quieran con mis impuestos, pero no con mi voto.
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